Los misterios de la paleontología

¿Cómo será el mañana? ¿Cuánto más dominaremos la realidad para ponerla a nuestro servicio? ¿De qué manera enfrentaremos los desafíos que se nos vienen y que apenas vislumbramos en las tinieblas de nuestra aprensión?

Aunque resulte paradójico, la paleontología, además de ser fundamental en la exploración de las riquezas materiales del subsuelo, tiene gran importancia para dar respuestas a esas preguntas. Quienes cultivamos esa forma de satisfacer el mandato del oráculo de Delfos acerca del autoconocimiento miramos el registro fósil y vemos una enorme colección de futuros que fueron. Llamamos “pasado” a ese conjunto que podría haber sido muy diferente y que abarca los miles de millones de años de la historia de la vida. A través del irregular prisma de nuestra herramienta apreciamos a la rareza de organismos que desaparecieron sin trompetas apocalípticas, nos sorprendemos con algunos pocos que se mantienen muy constantes a través de la inmensidad del tiempo, nos abismamos con la catastrófica espectacularidad de las extinciones que pusieron fin al dominio de los entonces poderosos, nos preguntamos inevitablemente qué papel nos cabe a los humanos en el drama en desarrollo de la pérdida de la biodiversidad y si podremos, con todo el éxito evolutivo con que nos benefició la contingencia, escapar al destino de los trilobitas y los dinosaurios.

Algo de todo esto nos enseña la megafauna, con la magnificencia de sus extrañas especies gigantes que desaparecieron hace un momento de tiempo geológico. Algo de todo esto se encuentra en la necesariamente incompleta llave al conocimiento de un yacimiento extraordinario, el del Arroyo del Vizcaíno. Algo de todo esto nos atrevemos a compartir acá, con la esperanza de que la resurrección en nuestras mentes del pasado y sus formas de vida extintas nos ayude a disfrutar del placer de ser más sabios.

¿Qué es un fósil?

Se puede definir un fósil como los restos de organismos pasados, generalmente de su duro esqueleto, rara vez de sus partes blandas. Pero eso no es todo, los restos de las actividades de los organismos también se consideran fósiles, por lo que debería agregarse a la definición las huellas, los granos de polen, los nidos, entre otros. ¿Cuánto hay que desandar el tiempo hasta alcanzar ese pasado de que habla la definición de fósil? Por convención, se toma como límite más o menos arbitrario la antigüedad de 10.000 años, que convenientemente coincide bastante bien con el final de la última glaciación. En resumen, fósil es todo resto de un organismo o de su actividad con una antigüedad mayor a 10.000 años.

Los fósiles forman parte del patrimonio del Uruguay y de todo el mundo. De acuerdo a la legislación vigente en Uruguay, no pueden pertenecer a nadie en particular, sino que forman parte de la cultura de nuestro país.

La extracción de los restos fósiles puede ser una tarea complicada, pues son frágiles y pueden romperse. Antes de sacar un fósil de donde se encuentra se deben tomar datos sobre su posición, el sedimento en el que está y fotografías, pues esta información muchas veces es más útil para conocer nuestro pasado que el fósil en sí mismo.

Megafauna

Este conjunto de gigantes que habitó América del Sur hasta tiempos geológicamente muy recientes es la fauna de mamíferos más espectacular de todo el mundo y de todos los tiempos, con su inusual asociación de especies de más de una tonelada que fue la primera inspiración de Darwin para su teoría de la evolución por selección natural. Los animales de la megafauna no son dinosaurios, éstos últimos se extinguieron mucho antes, hace 65 millones de años, mientras que la megafauna se extinguió hace tan solo 10.000 años.

La megafauna pleistocena de América del Sur es especial desde todo punto de vista. En primer lugar, son muchos: diez o doce especies de animales de más de una tonelada que vivieron juntos. Es éste el ejemplo de mayor diversidad de gigantes que se conoce entre los mamíferos y muchos de ellos no tienen análogos vivientes. Entre sus miembros figuran el devastador dientes de sable, un oso de gran porte, un mastodonte, varias especies de perezosos de varias toneladas, un armadillo gigante y varias especies de sus parientes, los gliptodontes. Los animales más extraños que vivieron en la megafauna son aquellos que no tienen parientes actuales: Toxodon y Macrauchenia. Ambos llaman la atención por su anatomía extraña, además de por su gran tamaño.
Los perezosos terrestres son parientes de los perezosos actuales, esos pequeños mamíferos que viven colgados de los árboles y duermen muchas horas al día. La diferencia más importante es su tamaño, ya que éstos superaban la tonelada y, por lo tanto, no descansaban en los árboles.
Los gliptodontes son parientes, también de gran tamaño, de las mulitas y tenían las placas de su caparazón formadas de hueso con diseños característicos.

La megafauna se extinguió hace unos 10.000 años. Algunas de las hipótesis propuestas para su desaparición son los cambios en el clima y el impacto que causó el humano, que llegó a convivir con éstos animales gigantes.

Para saber más sobre la megafauna y la paleontología, recomendamos los libros Megafauna: Giant Beasts of Pleistocene South America (en inglés),  Hace sólo diez mil años (en español) e Historia reciente del poblamiento remoto (en español, de descarga libre).